NAVIDAD... CUANDO FALTA UNA PIEZA EN EL PESEBRE




Ya casi estamos vislumbrando la Nochebuena. 
Para algunos es una celebración religiosa, para otros una excusa comercial, para otros la oportunidad de reunir a toda la familia y para otros simplemente un feriado más.
El hecho es que más allá de la connotación que tenga siempre hay un momento esa noche o al día siguiente que empezamos a advertir una silla vacía, una risa que ya no se escucha, un chiste que no se contará o una copa que no se levantará en el brindis.
Son esas ausencias que se hacen presentes para estas fechas, esas presencias tácitas que anudan nuestra garganta y nos hacen caer algunas lágrimas.
Llega ese minuto, esa campanada, ese ruido de petardos, fuegos artificiales o el corcho de la botella que vuela intentando tener por destinatario a alguien que se quiere casar, en que una cierta nostalgia o tristeza nos invade.
La pregunta es ¿por qué o por quién estamos tristes? 
Cualquiera podría decir "estoy triste por el abuelo que hace 5 años a esta hora nos contaba anécdotas de su infancia, o por mamá que el año pasado nos hizo una fuente de ravioles, o por papá que hace tres años a esta hora nos comunicaba que se iba a operar". 
Estamos tristes y pensamos que es por "ellos", los que hoy no se sentaron a la mesa, pero en realidad estamos tristes por nosotros mismos. 
Porque somos nosotros los que sobrevivimos, los que extrañamos, los que los necesitamos, los que tenemos que aceptar esta realidad que no controlamos. 
Somos nosotros los que no terminamos de asumir lo imprevisto, de comprender las leyes naturales de la vida y que dentro de la impermanencia hoy estamos y mañana no sabemos.
En una noche en que algunos festejan la vida y un nacimiento, otros se conectan con ese umbral desconocido y temido como es la muerte.
Y entonces se hace un silencio, alguien pide un brindis por los que ya no están y el festejo abre una pausa.
Ellos, los que no están, desde otro lugar imperceptible nos acompañan y si pudieran comunicarse nos pedirían que brindemos con alegría. 
Ellos, los que se adelantaron en el viaje, nos dirían que están muy bien y que lo que más desean es que seamos felices. 
Que no nos preocupemos, que comprendamos que un año en esta tierra es una milésima de segundo en la eternidad. 
Aún para quienes no creen en la vida después de la vida, sabemos que la energía no se pierde sino que se transforma con lo cual "ellos" siguen en el universo de algún modo.
Si como yo perdiste a seres queridos, este año atrevete a "verlos" a "sentirlos". 
Permitite creer que ahí están y no llores por vos, alegrate por ellos porque estuvieron en tu vida y siguen a tu lado aunque tus ojos no los puedan ver. 
El mejor homenaje es dedicarles una sonrisa.

Brindo por y con cada lector que pase por esta nota, tengamos una FELIZ NAVIDAD.


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